Cada 8 de marzo, la historia se ha tejido en mi piel de maneras distintas. He transitado este día con el cuerpo en la calle, con la voz en el grito, con el corazón en la memoria, con la rabia en la sangre y con la ternura en la esperanza. Y con cada vuelta al sol, he sentido en mí el pulso de un movimiento que no solo cambia el mundo, sino que me ha transformado a mí.
Hubo un tiempo en el que marchaba sola, bajo la lluvia, sintiéndome acompañada por miradas hermanas en cada esquina. En Salta, en Córdoba, en Montevideo. Gritando desde la entraña, con el útero latiendo fuerte, deseando con todo mi ser que el odio se transforme en amor. En aquellos años, mi feminismo era una herida abierta. Era la niña que fui, la mujer que sobrevivió, la terapeuta que escuchaba historias de otras mujeres que, como yo, aprendieron a callar antes que a hablar. Y entonces, escribía con dolor, con enojo, con la impotencia de una verdad que quemaba.
“Que se caiga, que se caiga de una vez”, escribí una vez. Que se caiga el miedo, la culpa, la vergüenza. Que se caiga la estructura que nos oprime. Que se rompa en mil pedazos y desaparezca, o se transforme en polvo de estrellas para volver a ser amor.
Y el tiempo pasó, y con él, mis propias capas se fueron cayendo también. Sané. No de un día para el otro, no sin procesos largos, intensos, dolorosos. Y sané. Porque elegí mirarme, elegí no sostener más el peso del pasado. Y en ese camino, encontré un amor que me sostiene y sostiene mi libertad. Aprendí que no solo se trata de resistir, sino de transformar. Que la lucha también puede ser un acto de creación. Que el feminismo que hoy habita en mí es el que elige sanar la herida femenina y la masculina. El que reconoce la energía de cada persona más allá del género. El que acompaña la expansión de quienes, como yo, buscan su propia verdad.
Hoy elijo creer en la vida sin miedo. Elijo soltar la rabia sin olvidar lo aprendido. Elijo la acción desde este nuevo lugar: esencial, auténtico y genuino. Hoy mi 8M es un espacio de gratitud, de amor, de confianza. Porque cuando el amor ocupa cada espacio, cuando dejamos de sostener el dolor para habitar la plenitud, podemos empezar a enseñarle a las futuras generaciones un mundo distinto.
Hoy te invito a honrarte y celebrarte. A mirar el camino recorrido, a abrazarte en tus propios procesos, a celebrar la vida con todo lo que eres.
Te abrazo con amor,
Pao. 🤎🌿
En un nuevo 8M.